Escuchá el podcast del sociólogo sobre dos experimentos sociales que muestran el comportamiento de las personas ante hechos de “obediencia”, y que salen de los límites de lo ético.
Juan Galletti analizó dos experimentos que se realizaron con diez años de diferencia (1961-1971) que fueron muy cuestionados “porque cruzan todos los límites de lo ético en la investigación científica, pero cuyos resultados siguen siendo discutidos en la actualidad”.
El primero es el de 1961, donde hacía pocos meses habían condenado a jerarcas nazis por los sucesos ocurridos en la Segunda Guerra Mundial (Holocausto): “uno de los planteos que ellos argüían en su defensa era que estaban obedeciendo órdenes y no se sentían culpables. Entonces, un psicólogo de Estados Unidos plantea hacer un experimento: ¿hasta dónde es capaz de llegar cualquier ser humano obedeciendo órdenes?. Buscó voluntarios para hacer un experimento respecto a procesos de aprendizaje; se postularon muchos y eligieron a 20 estudiantes que les explicaron que iban a oficiar de maestros, un investigador les dió indicaciones y ellos tenían que hacerles preguntas a otros voluntarios. El psicólogo quería ver es que si bajo presión los estudiantes eran capaces de memorizar más rápido, a través de palabras. Si se equivocaban, el investigador les tenía que decir a los “maestros” que debían generar una descarga eléctrica. Entre el maestro y el estudiante había un vidrio. Los maestros, a veces con dudas, con inquietudes, hacían las descargas ante las equivocaciones.
A los resultados a los que llegaron es que casi siete de cada diez, obedeciendo órdenes, eran capaz de “fritar”, de matar a una persona. Algunos planteaban dudas, otros no siguieron, pero sin mostrar preocupación por como estaba la persona, simplemente abandonaban. Tres años después, uno de los participantes fue a la guerra de Vietnam y le escribió al psicólogo donde le planteó que gracias al experimento, se había dado cuenta de que no podía excusarse en la obediencia y que no estaba dispuesto a participar de la guerra, prefiriéndose enfrentar un juicio. Uno solo de los “maestros” vivió eso.
Aclaración: los estudiantes eran cómplices de la investigación y las descargas eran falsas.
En el segundo experimento (1971), que fue llevado al cine varias veces, es parecido al primero, pero no desde el lado de la autoridad. Convocaron a voluntarios, que también les pagaron, para escenificar una cárcel.
Contratan a 24 personas, 12 de ellos eran los carcelarios y 12, los reos. El experimento se inició con policías verdaderos que fueron a buscar a los presos a sus domicilios, los esposaron y los trasladaron a una cárcel, simulada, pero era un sótano de la universidad perfectamente acondicionado.
Fueron recibidos por los “carcelarios” donde los desnudaron, despiojados, bañados, les colocaron guardapolvos sin ropa interior. Todo un proceso que se lo denomina “despersonalización”, dejan de ser personas para ser un número.
El segundo día comienzan las humillaciones psicológicas, los pequeños golpes, chistes, interrupciones de sueño por parte de los carcelarios. Se gesta un clima de sadismo donde ninguno de 12 policías se atreve a objetarlo. Y esto empieza a agravarse día a día, a tal punto que ese experimento, que tenía que durar dos semanas, tuvo que ser interrumpido el día seis por los abusos que cometían estos supuestos policías, que eran hombres comunes, cometiendo abusos y toda su furia contra otras personas.
La conclusión, según el psicólogo: “el estudio nos dice que la naturaleza humana no está totalmente bajo el control de lo que nos gusta pensar como libre albedrío, sino que la mayoría de nosotros podemos ser seducidos para comportarnos de una manera totalmente atípica con respecto a lo que creemos que somos”.
